viernes, 18 de febrero de 2011

COMENTARIO BIBLICO ADVENTISTA LIBRO DE ECLESIASTES

ECLESIASTÉS o EI Predicador 
    INTRODUCCIÓN 
    1. 
    Título. 
    El nombre de este libro en hebreo es Qohéleth, "Predicador". El que habla se aplica a sí mismo este título (cap.1: 12). Qohéleth se refiere probablemente al que "convoca" una reunión, o al "orador" o "predicador" oficial de una reunión tal. La forma hebrea femenina, y su uso con una forma verbal de género femenino en el cap. 7: 27, sugiere la posibilidad de que -tal como se usa en Eclesiastés- designe no sólo a Salomón como "predicador", sino también a la sabiduría divina que habla por su intermedio. Figuradamente, la Sabiduría se dirige al pueblo (Prov. 1: 20). De esta manera Qohéleth aparece como instrumento para la comunicación de la sabiduría divina, y también como la Sabiduría personificada. 
    Las palabras de los sabios se comparan con "aguijones", y con "clavos hincados [clavados]... las de los maestros de las congregaciones" (cap. 12: 1 1). Se declara que "cuanto más sabio fue el Predicador, tanto más enseñó sabiduría al pueblo" (cap. 12: 9). En 1 Rey. 4: 32, 33 se repite tres veces la palabra "habló", lo cual se refiere no a composiciones escritas sino a discursos pronunciados ante una asamblea convocada con dicho propósito. El Espíritu Santo quería que se entendiese que la enseñanza de Salomón se dirigía a la "gran congregación", a saber, la iglesia de Dios en todos los lugares y en todas las épocas (ver Sal. 22: 25; 49: 1-4). 
    El título de Qohéleth en griego y en latín ha sido Eclesiavté, que posiblemente sea una traducción de Qohéleth. El significado es algo similar. Qohéleth deriva del Heb. qahal, "convocar a una asamblea", cuya forma sustantivo significa "reunión", o "congregación". En griego, la palabra que significa "congregación" deriva de la raíz verbal kaléÇ "llamar", cuya forma sustantivo es ekk"lesía, "iglesia". Eclesiástico deriva de ekkl"sía. 
    2. 
    Autor. 
    Desde los tiempos más antiguos, y por consenso universal, se ha considerado al rey Salomón como autor del Eclesiastés (ver PR 62). La frase descriptiva hebrea, "hijo de David, rey en Jerusalén" (cap. 1: 1), se ha considerado como una prueba suficiente de la paternidad literaria de Salomón. Martín Lutero, en su obra Tischreden (conocida en castellano como Charlas de sobremesa), fue el primero en poner en duda que Salomón fuera el autor del Eclesiastés. 
    Desde los tiempos más antiguos, hasta Lutero, también fue opinión unánime de todos los que escribieron acerca del Eclesiastés, que Proverbios, Eclesiastés y Cantares eran obra de un mismo autor. Sin embargo, se ha hecho notar que hay diferencias 1076 de estilo literario. Pero esta diferencia del estilo del Eclesiastés, cuando se lo compara con el de los Proverbios y Cantares, se puede atribuir fácilmente al hecho de que tratan temas distintos, o a una avanzada madurez en un período posterior de la vida de Salomón. Cantares podría corresponder al tiempo del primer amor de Salomón para con Dios; Proverbios, con un período posterior, y Eclesiastés, con su vejez. 
    Desechar la creencia de que Salomón es el autor -como lo hace la mayoría de los escritores modernos- es quedar completamente a la deriva respecto al autor del Eclesiastés. Ciertamente no hay ningún fundamento para atribuirlo a ningún otro autor. Tal opinión hace que el "Predicador" del cap. 1: 1 sea una mera figura literaria que escribió "con el espíritu y el poder" del rey Salomón (ver Luc. 1: 17). 
    Es absolutamente imposible llegar a determinar una fecha precisa en que se escribió el Eclesiastés; por lo general, los modernistas sostienen que fue en el siglo III AC. Pero el rey Salomón murió en el año 931/30 AC (ver t. II, págs. 137, 138); y si se acepta que él fue el autor, la fecha de composición sería inmediatamente anterior a dicho año. 
    La posición del libro de Eclesiastés en el canon hebreo puede ser de alguna ayuda en el intento de descubrir la fecha aproximada de la inserción del libro según lo tenemos ahora en el canon. En primer lugar, el Eclesiastés está incluido entre los Megilloth, los cinco "rollos" o libros misceláneas: Cantares, Rut, Lamentaciones, Eclesiastés y Ester. En segundo lugar, el Eclesiastés es uno de los últimos cinco libros según el orden del canon hebreo: Eclesiastés, Ester, Daniel, Esdras-Nehemías, y Crónicas. En ambos casos hallamos al Eclesiastés inmediatamente antes de Ester. Esto puede sugerir que estos dos libros ingresaron en el canon aproximadamente al mismo tiempo (ver t. I, págs. 40-42). Es posible, y aún probable, que el libro, ya escrito, se lo hubiera puesto en circulación durante años, y tal vez siglos, antes de que llegara a formar parte del canon. 
    3. 
    Fondo histórico. 
    El fondo histórico del Eclesiastés se establece claramente en el libro mismo. 
    Después del prólogo, vers. 1- 11, aparece una breve declaración de Salomón mismo: "Yo el Predicador fui rey sobre Israel en Jerusalén" (cap. 1: 12). En hebreo el verbo "fui" está en tiempo perfecto, la misma forma que habría empleado Salomón al dirigir la palabra a una asamblea convocada en su vejez. 
    Como aún es rey, hace una declaración respecto a su propia experiencia personal. Se refiere, no tanto a sucesos históricos, con los cuales sin duda sus oyentes estaban bien familiarizados, como a su propio esfuerzo por alcanzar la felicidad. 
    4. 
    Tema. 
    Aunque Salomón ocupó un lugar eminente entre los reyes hebreos, tanto en sabiduría como en prosperidad temporal, relata en Eclesiastés la inutilidad de todas estas ventajas para lograr la felicidad verdadera y estable. ¿Y cómo alcanzará el hombre la felicidad? Cooperando con su Creador y cumpliendo así el propósito divino para la existencia humana. 
    El predicador una vez que medita en la incertidumbre de la felicidad, discurre sobre la desgracia real que llena el mundo. Para un mundo lleno de angustia, el "sabio" no propone una especie de "bienestar social" como la solución de las desigualdades o injusticias humanas. Cuando concluye su presentación, el predicador presenta una serie de sugestiones prácticas. Como individuos, debemos prestar toda la ayuda posible a los pobres y a los dolientes; pero lo más importante es que rindamos a Dios el corazón y los afectos, que le obedezcamos, y así nos prepararemos para el juicio final. El Eclesiastés proporciona así una sana filosofía de la vida, del propósito de la existencia del ser humano, de su deber y de su destino.1077 
    Con la exposición de sus experiencias personales, Salomón procura guiar a otros por el camino de la fe en Dios. Describe la tiranía que hay en el mundo, las injusticias, los fracasos que podrían debilitar la fe del ser humano en su Creador. Pero no se puede despreciar ni posponer en forma indefinida el día de la retribución. Aunque persistan por un tiempo las desigualdades, éstas a menudo son medidas esencialmente disciplinarias. Por lo tanto, el deber y la felicidad final de toda persona consisten en hacer frente a la vida con la determinación de aprovechar al máximo sus oportunidades. Dios se encargará del futuro. 
    En el libro del Eclesiastés se presenta al pueblo de Dios, no como una nación escogida, sino más bien como una asamblea de individuos que se reúnen bajo la dirección del Qohéleth, el Predicador. El debate de la asamblea concierne a los intereses del individuo como miembro del grupo, responsable ante Dios directa y personalmente. El Eclesiastés proporciona así una transición adecuada del Israel según la carne al Israel según el espíritu. La enseñanza de Salomón, rey de Israel, cuyo nombre significa "paz" -pero que él no halló en si¡ propia vida personal hasta bien avanzada su vejez-, fue incluido con toda propiedad por los judíos en la sección final del AT como la culminación adecuada de la filosofía de la vida, ilustrada mediante el trato de Dios con su pueblo en los tiempos antiguos. 
    Cuando Salomón perdió de vista la fuente de la sabiduría, gloria y poder que el cielo le había otorgado tan bondadosamente, las tendencias naturales le dominaron la razón. La confianza en Dios y en la dirección divina imperceptiblemente cedió el lugar a una creciente confianza propia y a la búsqueda de sus propios caminos. A medida que Salomón subordinaba la razón a su propia inclinación, se le embotaba la sensibilidad moral, se le endurecía la conciencia y se le pervertía el juicio. La duda ateística y la incredulidad que le endurecieron el corazón también debilitaron sus principios morales, degradaron su vida y finalmente lo llevaron a una apostasía completa. Durante años fue acosado por el temor de que su incapacidad para apartarse de la insensatez terminaría en una ruina completa (ver PR 36-57). 
    Sin embargo, en el ocaso de su vida su conciencia al fin despertó, y Salomón comenzó a comprender la realidad de su insensatez y a verse a sí mismo como Dios lo veía: "un rey viejo y necio" que "no admite consejos" (cap. 4: 13). Se acercaba el tiempo de su muerte, y no hallaba placer en reflexionar en su vida malgastada (cap. 12: 1). Su mente y su cuerpo estaban debilitados por los excesos (vers. 2-5; PR 57). Completamente arrepentido, se esforzó por reformar su antigua vida extraviada; y con espíritu contrito regresó cansado y sediento de las cisternas rotas de la tierra para saciarse una vez más en el manantial de la vida. 
    Pero la recuperación del favor de Dios no le restauró en forma milagrosa la fortaleza física y la fuerza mental de los años malgastados (MC 126j. "El pecado es un tremendo mal, que ha descompuesto todo el organismo humano, pervertido la mente y corrompido la imaginación" (MC 357), y el arrepentimiento de Salomón "no impidió que diese fruto el mal que había sembrado" (Ed 46). "No podía esperar que escaparía a los resultados agostadores del pecado" (PR 57). 
    Sin embargo, recuperó una medida limitada de la sabiduría que había dilapidado cuando andaba tras la insensatez. "Por su propia amarga experiencia, Salomón aprendió cuán vacía es una vida dedicada a buscar las cosas terrenales como el bien más elevado" (PR 56). Gradualmente llegó a comprender la impiedad de su conducta, y buscó la manera de levantar su voz de advertencia que salvara a otros de las amargas experiencias por las que él mismo había pasado (PR 58-60, 62), y así contrarrestar, hasta donde fuera posible, la influencia nefanda de su locura.1078 
    De esa manera, mediante el Espíritu de la inspiración, Salomón registró para las generaciones futuras la historia de sus años malgastados, con sus lecciones de amonestación (PR 57). El libró de Eclesiastés es "el relato de su insensatez y su arrepentimiento" (PR 62), una descripción de "los errores que le habían hecho malgastar inútilmente los dones más preciosos del cielo" (PR 58). "La vida de Salomón rebosa de advertencias" (PR 60) y contiene mucho que es presentado por la Inspiración no como un ejemplo para imitar, sino más bien como una amonestación solemne. Describe en términos muy gráficos cómo Salomón buscó el placer, la popularidad, la riqueza y el poder; pero el pensamiento que unifica esta triste narración es el sincero análisis que hace el autor de los procesos mentales pervertidos con los cuales él había justificado su conducta extraviada. Las partes de Eclesiastés que relatan la experiencia y el razonamiento de sus años de apostasía no se han de tomar como la expresión del pensamiento y la voluntad del Espíritu Santo; sin embargo, son un registro inspirado de lo que verdaderamente Salomón pensó e hizo durante ese tiempo (ver PR 58), y constituye una seria amonestación contra ese tipo de pensamiento y acción equivocados. Por ejemplo: la actitud cínica para con la vida, expresada en los caps. 2: 17; 4: 2; 7: 1, 28, dista mucho de ser un modelo para el cristiano (ver caps. 1: 17; 2: 1, 3, 12; etc.). No hay que desvincular de su contexto pasajes como éstos, para "probar" alguna supuesta verdad que la Inspiración nunca se propuso enseñar. 
    Por lo tanto, en el estudio del libro de Eclesiastés es sumamente importante diferenciar entre el razonamiento sutil y pervertido al cual se refiere Salomón y el discernimiento más claro que siguió a su arrepentimiento. El contexto de una declaración a menudo demuestra si Salomón se refiere al falso razonamiento de años anteriores, o a las reflexiones depuradas de los días de su arrepentimiento. El planteamiento del pensar pervertido y de las actitudes de sus años pasados se presenta a menudo mediante expresiones en pasado: "vi", "dije", "busqué", "hice", "di mi corazón", etc. (caps. 1: 13 a 2: 26). Por contraste, las solemnes conclusiones extraídas de la experiencia comienzan a menudo con expresiones como éstas: "he conocido" o "he visto" (caps. 3: 10-14; 5: 13, 18). Además, una nota de cinismo e incertidumbre caracterizan por lo general el pensamiento de sus años anteriores (caps. 1: 18; 2: 11, 14-20; 4: 2, 3; 6: 12; 7: 1-3, 27, 28; 9: 1 1). En cambio, las conclusiones que reflejan los juicios maduros de la vida posterior tienen un tono positivo (caps. 5: 1, 1 O; 9: 1 1; 1 1: 1; 12: 1), y los principios enunciados (caps. 5: 10, 13; 6: 7; 8: 1 1; 1 1: 9; 12: 7,13,14) se confirman en otros pasajes de las Escrituras. 
    Debe notarse también que Salomón usa la palabra "sabiduría" para referirse tanto a la sabiduría mundana (caps. 1: 18; 7: 12; etc.) como a la verdadera sabiduría (caps. 7: 19; 8: 1; 10: 1; etc.). Cuando comenzó a buscar deleites y a vivir insensatamente, esperaba disfrutar de todos los placeres del pecado y al mismo tiempo retener su sabiduría y sano juicio (cap. 2: 3). En medio de su necedad, se creía sabio (cap. 2: 9), pero no se daba cuenta de su autoengaño hasta ya pasados muchos años y, como el hijo pródigo (Luc. 15: 17), volvió en sí, pero como un hombre más triste y más sabio (cap. 7: 23). Tal es el engaño del pecado, como lo comprendió Eva para su desazón y amarga desilusión (ver Gén. 3: 5-7). 
    5. 
    Bosquejo. 
    I. Prólogo: La vanidad de la vida, 1: 1 - 1 1. 
    A. Los vaivenes de las generaciones son aparentemente en vano, 1: 1-4. 
    B. Los interminables ciclos de la naturaleza parecen carecer 
    de propósito, 1: 5-8.1079 
    C. ¿Hay algo "nuevo", algún gran propósito para la existencia? 1: 9-1 1. 
    II.Salomón busca la felicidad, 1: 12 a 2: 26. 
    A. A más conocimiento, más desilusión, 1:12-18. 
    B. La vanidad del placer, el regocijo y las posesiones materiales, 2: 1-11. 
    C. El sabio y el necio son iguales al morir, 2:12-17. 
    D. El sabio está insatisfecho con los resultados de sus esfuerzos, 2: 18-23. 
    E. La satisfacción sólo proviene de Dios, 2:24-26. 
    III. Tiempo para todo, 3: 1 a 4: 8. 
    A. Tiempo para las diversas actividades humanas, 3: 1-15. 
    B. Tiempo para el juicio divino, 3: 16-22. 
    C. Tiempo permitido para las injusticias humanas, 4: 1-8. 
    IV. Cuatro ideales, 4: 9 a 5: 9. 
    A. El valor del compañerismo, 4: 9-12. 
    B. El valor de la sabiduría, 4: 13-16. 
    C. El valor de la reverencia, 5: 1-7. 
    D. El valor de Injusticia, 5: 8, 9. 
    V. La insensatez de la vida, 5: 10 a 6: 12. 
    A. La insensatez del materialismo, 5: 10-12. 
    B. El misterio del sufrimiento, 5: 13-17. 
    C. La inutilidad del esfuerzo, 5: 18 a 6: 12. 
    VI. Cosas por las cuales vale la pena vivir, 7:1-22. 
    A. La reputación y la formación del carácter, 7:1 - 1 0. 
    B. La sabiduría para entender el proceder de Dios, 7: 11-14. 
    C. Una perspectiva equilibrada de la vida, 7:15- 18. 
    D. Nadie es perfecto, 7: 19-22. 
    VII. La búsqueda de la sabiduría, 7: 23 a 12: 7. 
    A. Sus fracasos, 7: 23-29. 
    B. Solución de sus conflictos, 8: 1-15. 
    C. Los caminos inescrutables de Dios, 8: 16 a 9: 6. 
    D. El contentamiento en medio de las viscisitudes de la vida, 9: 7 a 10: 6. 
    E. Cada acción tendrá su recompensa debida, 10: 7 a 1 1: 10. 
    F. El fin de la vida, 12: 1-7. 
    VIII. Epílogo. Lo que Dios espera de la humanidad, 12: 8-14. 

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