El Libro de JOSUÉ
El título del libro lleva el nombre del sucesor de Moisés, Josué, hijo de Nun, de la tribu de Efraín. Se lo llamó primeramente Hoshea", que se ha transliterado como Oseas (Deut. 32: 44; Núm. 13: 8, 16), que significa "salvador" o "salvación". Según Núm. 13: 16, Moisés le cambió el nombre por el de Yehoshua", Jehoshua, poniendo como prefijo la forma abreviada de Jehová (Yahvéh) al nombre anterior de Josué. De ese modo significó "salvación de [o por] Jehová". Josué es sólo una forma acortada de Jehoshua, la forma que siempre aparece en el AT hebreo. En la versión la LXX (Septuaginta o de los Setenta) se lo llama Iesous huios Naue, "Jesús, hijo de Naue [Nun]". En el texto griego del NT se lo llama expresamente Iesous, Jesús (Hech. 7: 45; Heb. 4: 8). Las versiones RVR y BJ tienen "Josué" en ambas referencias.
Cristo y los judíos reconocieron tres divisiones en el AT: la ley, los profetas y los salmos, o escritos (Luc. 24: 44). Josué es el primer libro de la segunda división, llamada "los profetas" en las Biblias hebreas, pues su autor tuvo la misión de profeta. En las Biblias hebreas la sección titulada "los profetas" está dividida en dos partes: los profetas anteriores: Josué, Jueces, Samuel y Reyes; y los profetas posteriores: los que comúnmente conocemos como profetas.
Por lo tanto, Josué aparece como el primer libro de los profetas, aunque su contenido está estrechamente relacionado con el Pentateuco, conocido por los judíos como la ley.
Los comentadores y críticos no están todos de acuerdo acerca de si el libro fue realmente compilado por Josué. Los críticos insisten en que el libro no es una unidad literaria, compuesta por un autor, sino compilado a partir de varios documentos. Pero la unidad interna del libro es tan evidente por su narración bien hilada, que tal análisis documental no merece una consideración seria.
Los que niegan que Josué sea el autor arguyen que se mencionan en él tanto nombres como transacciones que no existieron hasta un período muy posterior al tiempo de Josué. Las expresiones "hasta este día" o "hasta el día de hoy", que se hallan en cerca de una docena de pasajes -dicen ellos- indican que fue escrito mucho después del tiempo de Josué. Sin embargo, por lo menos uno de esos textos prueba justamente lo contrario. En Josué 6: 25, hablando de Rahab dice: "y habitó ella entre los israelitas hasta hoy". 174 No hay razón por la cual Josué no pudiese haber escrito esto. No podría haber sido escrito tanto tiempo después como arguyen los críticos modernos, pues es obvio que lo fue durante la vida de Rahab.
Ninguno de los 12 pasajes a que se hace referencia, con la posible excepción del cap. 15: 63, puede ubicarse definidamente como escrito después del tiempo de Josué. Según este versículo, "ha quedado el jebuseo en Jerusalén con los hijos de Judá hasta hoy". En Juec. 1: 21, después de la muerte de Josué (vers.1), se dice que Benjamín no echó a los habitantes de Jerusalén sino que permitió que habitasen allí "hasta hoy". Pero esto era tan cierto antes de la muerte de Josué como lo fue después.
Tal vez un problema más difícil es el relato de la captura de Lesem (cap 19: 47) por los hijos de Dan. Una comparación con Juec. 18: 27-29 puede posiblemente implicar que la captura de Lesem ocurrió mucho después del tiempo de Josué. Pero no hay pruebas para demostrar que fue así.
Se mencionan otras objeciones, tales como nombres de lugares que no fueron asignados hasta tiempos posteriores -Cabul (Jos. 19: 27; cf. 1 Rey. 9: 13), Jocteel (Jos. 15: 38; cf. 2 Rey. 14: 7) y unos pocos más. Por lo tanto, muchos hombres piadosos han supuesto que el libro fue escrito por alguna persona inspirada después del tiempo de Josué pero antes que hubiesen reinado muchos reyes en Israel. Sin embargo, Jos. 6: 25 no permite una fecha de composición tan tardía como podría inferirse por el cap. 19: 47, ni tan tardía como lo indica el argumento de los nombres mencionados previamente. ¿Cuál es, entonces, la solución?
El hecho de que el libro está escrito en tercera persona no tiende en ningún sentido a excluir a Josué como su autor: Moisés también escribió en tercera persona, y conservó un registro exacto de todos los acontecimientos que ocurrieron bajo su dirección, hasta su muerte. Es ciertamente razonable suponer que Josué, principal ayudante de Moisés, seguiría el ejemplo dado por su gran predecesor. Las evidentes dificultades mencionadas previamente pueden explicarse razonablemente sobre la base de que cuando el libro fue transcrito en años posteriores, particularmente hasta el tiempo de los reyes, se hicieron ciertos cambios menores, tales como el empleo de nombres de la época para algunos lugares, en sustitución de los que eran más antiguos y menos familiares. Al referirnos a Nueva Amsterdam usamos el nombre moderno de esa ciudad: Nueva York, a fin de lograr claridad. Pueden haberse añadido otras explicaciones menores, como por ejemplo la expresión "hasta hoy"; pero tales modificaciones de ningún modo afectaban la autenticidad del libro como obra de Josué, preparado bajo dirección inspirada.
Hay acuerdo general de que el registro de la muerte de Josué, en el cap. 24: 29-33, como la de Eleazar, fue registrada por alguna otra persona. Pero aun esto no afecta de ningún modo la inspiración ni la paternidad literaria del libro. A menudo los libros contienen hoy notas introductorias o biográficas preparadas por otra persona que no es el autor mismo. Con pocas excepciones, hasta los tiempos modernos los judíos y cristianos han reconocido de modo uniforme a Josué como autor del libro que lleva su nombre. El Talmud judío (Baba Bathra 14b) afirma en forma específica que esto es así, y añade que Eleazar, hijo de Aarón el sumo sacerdote, añadió la conclusión (cap. 24: 29-32), y Finees agregó el vers. 33 (Baba Bathra 15a, 15b).
Si aceptamos la paternidad literaria de Josué, y el año 1445 AC como la fecha del éxodo, es claro que el libro de Josué fue escrito en la primera parte del siglo XIV AC. Algunas porciones del mismo pueden haber sido registradas en los últimos años del siglo XV. Como se mencionó anteriormente, es posible que 175 copistas posteriores, pero dificilmente después de los primeros reyes, hubieran añadido breves explicaciones. Israel estaba entrando entonces en la tierra de los amorreos, al oeste del Jordán, para poseerla según la promesa hecha a Abrahán en Gén. 15: 16. La iniquidad de los amorreos había alcanzado su culminación.
Las excavaciones modernas nos han proporcionado mucha información respecto de Palestina y de las naciones circunvecinas de la época de Josué. Durante varios siglos Palestina había estado en forma intermitente bajo la influencia, y a veces el control, de Egipto. Tutmosis III, que murió alrededor de 1450 AC, dirigió 17 campañas en Palestina o a través de ella para sofocar lo que había llegado a ser una rebelión general contra Egipto. Esas campañas continuaron por un período de 18 años. Aun después de eso hubo campañas menores adicionales, y se levantaron varias fortalezas nuevas. En ciertas épocas del año se trasladaban en forma constante soldados y provisiones a lo largo de la carretera costera, llamada en la Biblia "el camino de la tierra de los Filisteos" (Exo. 13: 17). Esto quizá fue justamente antes del tiempo del éxodo, si como parece probable, el éxodo ocurrió alrededor de 1445 (ver pág. 128; también la Introducción al Éxodo, t. I).
Después del éxodo, el poderío de Egipto comenzó a menguar. Sin embargo, continuaron las guerras entre Egipto y las naciones de Canaán hasta el reinado de Tutmosis IV (c. 1425-1412 AC). Un nuevo poder enemigo, el de los hititas, comenzó a amenazar a los mitanios, anteriores enemigos de Egipto. Poco antes de 1400 AC Tutmosis IV concertó la paz con los mitanios, por causa de su nuevo enemigo común, y llegaron a su fin las hostilidades que permanentemente había habido entre ellos. En los días de su sucesor, Amenhotep III (c. 1412-1375 AC), el auge del poder egipcio comenzó a disminuir. Sin embargo, Amenhotep III reinó con seguridad y esplendor sin paralelo. Egipto disfrutaba de las riquezas que había obtenido en las conquistas pasadas. Su poderío militar estaba terminando; y como lo revelan las Cartas de Tell el-Amarna, que son correspondencia de príncipes vasallos de Siria y Palestina con Amenhotep III y su sucesor, Iknatón (c. 1387-1366 AC), Siria y Palestina hervían de intrigas internas mientras se hallaban sometidas a ataques del exterior. Sin embargo, no aparecía ayuda procedente de Egipto. Algunos sellos en forma de escarabajos de Amenhotep III, los últimos hallados en las tumbas en las afueras de Jericó, son considerados por algunos eruditos como una prueba de que la ciudad cayó durante su reinado. Las condiciones que había entonces en Palestina eran tales, que hicieron posible la conquista israelita sin que tuvieran que hacer frente al poderío del imperio egipcio.
Los hititas (heteos), mencionados en Jos. 1: 4, estaban llegando a ser poderosos en esa época, pero no tenían autoridad en Palestina (ver págs. 32, 33). Esto ayudó a refrenar el poder de los mitanios en el norte. Asiria, en un período de decadencia, estaba débil. Los kasitas gobernaban en Babilonia, pero a causa de la incertidumbre de su posición -debida a su temor de los mitanios, a la presión de los asirios, y a la lucha constante por la preeminencia en Mesopotamia- ellos tampoco escatimaban esfuerzos por ganar la amistad de Egipto. La oleada principal de inmigrantes filisteos, quienes después afianzaron su poder en la región costera (ver pág. 29), no había llegado aún a Palestina. Por lo tanto, el mundo político no se había estabilizado, y ningún poder exterior se hallaba en condiciones de acudir en auxilio de los pueblos de Canaán.
La tierra de Canaán estaba dividida entre muchos reinos pequeños y un Estado autónomo, Gabaón, con sus ciudades dependientes, Cafira, Beerot y Quiriat-jearim. Al oriente del Jordán estaban los reinos de Sehón y Og. La tierra ya era cultivada. Los 176 habitantes vivían en ciudades, pero cultivaban la tierra fuera de los muros y plantaban olivares y viñedos.
Conocían la escritura, como lo prueba el significado del nombre original de Debir: Quiriat-sefer, "ciudad de libros" (cap. 15: 15). Los habitantes de Canaán poseían carros y caballos (caps. 11: 4; 17: 18), pero estaban muy degradados religiosa y moralmente (Deut. 12: 29-31; 18: 9-12), y practicaban casi toda suerte de arte supersticioso y de inmoralidad.
Los datos cronológicos del libro son limitados. Desafortunadamente, no se dispone aún de datos históricos o arqueológicos para cotejar ninguna parte de la narración de Josué con acontecimientos conocidos de la historia secular.
Según el cap. 4: 19, fue el día décimo del primer mes (Abib) cuando el pueblo "subió del Jordán". Por lo tanto, el cruce del Jordán ocurrió en la primavera [del hemisferio norte] de ese año (ver también cap. 3: 15). Si el éxodo se realizó en 1445 AC -según parecen indicarlo las pruebas- esto habría sucedido en la primavera [del hemisferio norte] de 1405 AC.
La siguiente pregunta que surge es: ¿Cuánto tiempo se requirió para la conquista de Canaán? La respuesta se halla en los caps. 11: 18; 14: 7, 10, 11; 23: 1; 24: 29. En el cap. 11: 18 simplemente se declara que Josué tuvo guerra "mucho tiempo". Según el cap. 14: 7, 10, 11, Caleb tenía 40 años cuando Moisés lo envió de Cades-barnea a explorar la tierra de Canaán, y habían pasado 45 años desde entonces. Ya se consideraba completa la conquista de la tierra para este tiempo, según lo indican los caps. 11: 23 y 14: 5. Esto no significa que cada parte de la tierra estaba bajo el control israelita, porque Dios sólo había prometido una conquista gradual, para que la tierra no se convirtiera en un desierto (Exo. 23: 29, 30). Puesto que la misión de los espías coincidió con el segundo año del éxodo (Deut. 2: 14) y la peregrinación en el desierto duró 38 años, la conquista llevó unos 6 ó 7 años (45-38=7). Por el contrario, Josefo da la duración de la conquista como de sólo cinco años. Algunos eruditos modernos tienden a estar de acuerdo con esto (ver págs. 128, 129).
La tercera pregunta es la siguiente: ¿Durante cuánto tiempo, en total, ejerció el gobierno Josué? En otras palabras, ¿qué período abarca el libro? El cap. 23: 1 habla vagamente de "muchos días", después de lo cual Josué, que era ya viejo y avanzado en años, reunió a la nación (vers. 2). Según el cap. 24: 29,
Josué tenía 110 años cuando murió. No hay otras referencias para este período aquí ni en otro lugar. Josefo (Antigüedades v. 1. 29) divide la vida de Josué en tres partes: 45 años antes del éxodo, 40 años con Moisés y 25 años como gobernante único. Escritores posteriores, tales como Teófilo, Clemente y Eusebio, dan 27 años en vez de 25, porque según se explica, calculan el período de la conquista en 7 años. Esto simplemente lo haría dos años menor en ocasión del éxodo, lo cual no afecta en absoluto la exactitud histórica de la declaración del cap. 24: 29.
Al considerar el libro de Josué en su conjunto, el lector cuidadoso queda impresionado al seguir la continuación de los hechos registrados en el Pentateuco, contados aquí por un testigo ocular. El gran tema es la fidelidad de Jehová en el cumplimiento de sus promesas (cap. 21: 43-45), bajo la hábil dirección de Josué, el elegido por Dios para realizar el propósito divino.
El libro de Josué es una parte importantísima del AT, y no debe considerárselo en forma separada del Pentateuco, del cual es la continuación y conclusión. En cierto modo, este libro se relaciona con los cinco libros de Moisés así como el libro de los Hechos se relaciona con los cuatro Evangelios. Los Evangelios relatan el ministerio de Jesucristo, el Legislador cristiano, así como los libros del Pentateuco dan, en su mayor parte, un relato del ministerio de Moisés, el representante de Dios y legislador 177 para el pueblo de Israel de sus días (ver Deut. 18: 18). Mientras los hombres estuvieron dispuestos a permanecer bajo la dirección del Espíritu Santo, la iglesia primitiva prosperó; mientras Josué y el pueblo de Israel dependieron plenamente de Dios, progresó la conquista de Canaán. Dios obra siempre mediante instrumentos humanos, capacitados como dirigentes por años de preparación, y que sin embargo son conscientes de su propia indignidad. Cuando tales hombres confían en su propia sabiduría y dejan de depender totalmente de Dios, ocurren muchos errores, como en los casos de Hai y de Gabaón. Se pierden vidas y se atrasa la obra del Señor. Pero cuando se siente una humildad profunda y se manifiesta valor para tratar con el pecado, entonces la victoria es segura.
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